Donde la vida tiene lugar

Sobre las palabras, los materiales y el tiempo en la arquitectura

Anupama Kundoo comenzó su andadura profesional en 1990 y en la actualidad tiene oficinas en Berlín, Alemania y Pondicherry, India. En 2021 recibió los galardones Charles Jencks del RIBA, Auguste Perret y Building Sense Now Global. Su trabajo, ampliamente publicado y expuesto, incluye las exposiciones individuales Taking Time en el Museo de Arte Moderno de Louisiana, Dinamarca en 2021, y más recientemente Co-Creation: Architecture is Collaboration en la Roca Barcelona Gallery en 2022.

La importancia de las palabras para la arquitectura

Las palabras son a la acción lo que los planos son a la manifestación de los edificios.

Las palabras se convierten en actos y por eso tienen tanta importancia para mí. Creo que todo comienza con un pensamiento y con la intención de crearlo. Por lo tanto, las palabras tienen poder porque son lo primero que utilizamos para dar nombre a un pensamiento y funcionan a nivel consciente e inconsciente. Por ejemplo, a menudo decimos: «Paren la guerra», pero tiene mucho más sentido decir en su lugar: «Hagan la paz». Me encanta poner la canción Imagine como ejemplo porque se trata de una visión positiva que saca lo mejor de nosotros mismos cuando la escuchamos. Es el poder de las palabras.

Yo solía decirme a mí misma: «Si logro ver el futuro más amplio posible, entonces no importa de dónde vengo, solo importa hacia dónde quiero ir». Nacemos de unos padres determinados, en un país determinado, da igual. Lo que sí importa es lo grande que sea nuestro sueño y el primer paso para lograrlo es ponerle nombre.

Los estudiantes y la escritura

Mucha gente piensa que mi forma de enseñar se basa en poner las manos en la masa y enfrentarse al material. La gente conoce ese aspecto de mi forma de enseñar. Lo que no conocen es que el primer día de casi todos los cursos que imparto les pido a mis alumnos que escriban un texto de cien palabras con un título y un subtítulo.

Creo que en las escuelas más tradicionales le damos demasiada importancia a las referencias del pasado y los estudiantes se dejan llevar en exceso por el bagaje del pasado. Prefiero que se sientan atraídos por el futuro y el primer paso es poner sus aspiraciones por escrito. Después de escribir el texto, ven todo con mayor claridad. Luego les dejo empezar por el pasado, pero solo cuando tienen un plan. Y una de las cosas que he aprendido haciendo este ejercicio, que me encanta, es que siento que incluso los estudiantes más despistados logran arraigarse en su idea durante esa primera semana y se sienten más seguros.

Información y conocimiento

Aunque nos encontramos en la era de la información, pienso que la información y el conocimiento son dos cosas totalmente diferentes. Y la imaginación es lo que va a salvarnos. El conocimiento del pasado debe existir y debemos estar al día. Pero debemos cultivar nuestro sentido de la imaginación y cultivar la capacidad humana de ver los materiales de forma diferente.

 

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Wall House, Auroville, India, 2000, Anupama Kundoo. Foto © Javier Callejas

Práctica orientada a la investigación/Enseñanza orientada a la práctica

No creo que la enseñanza sea una actividad, pienso que aprender es una actividad porque no creo que sea posible enseñar, pero sí es posible aprender. Esto ha tenido una gran influencia en mi trabajo, porque he intentado crear una especie de laboratorio donde los alumnos y yo no estamos en lados opuestos de la mesa, donde en un lado está el profesor impartiendo conocimiento y en el otro lado se encuentran los receptores del mismo. Mi enfoque se basa en un antiguo proverbio chino atribuido a menudo a Benjamín Franklin: «Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo».

Así que, en mi trabajo, aplico nuevas cosas que he descubierto y también aquellas cosas que me suponen un esfuerzo, que tomo como preguntas abiertas, como por ejemplo, cuando estábamos construyendo las casas de barro in situ. Llevo a mis alumnos a esos proyectos y les digo: «Escuchad, vamos a hacer esto. Es muy difícil hacerlo y no sabemos lo que va a ocurrir. Estas son nuestras preguntas, estamos investigando esto juntos». Así que traemos a los ingenieros, todo el mundo expresa sus dudas y siento que los alumnos tienen la oportunidad de estar en el límite entre el conocimiento y la ignorancia.

Orfanato Volontariat, Pondicherry, India, 2008, Anupama Kundoo. Foto © Javier Callejas

Permanencia y renovación

Creo que como humanos formamos parte de un organismo colectivo mayor, lo que significa que, aunque las cosas mueran, o las cosas tengan su ciclo de vida y se acaben, todo el organismo sigue vivo. Las células tienen diferentes periodos de vida, pero siempre nacen otras nuevas, igual que cada día tenemos nuevos pensamientos y algunos se eliminan. Y por eso pienso en la permanencia como una especie de objeto deconstruido.

Viví en una casa que diseñé con hojas de coco tejidas durante unos 10 años. La hoja en sí tiene una vida de tres años, pero la casa sigue viva, sólo que cada tres años se renuevan las hojas.

Tal vez sea algo místico, pero creo que podemos vernos como un organismo colectivo que está construyendo ciudades. Y con una visión más global, trato de dar mis pequeños pasos, pensando, ¿qué trabajo, qué acción puedo hacer cada día? ¿Qué pensamientos me sirven para desarrollarme como ser humano, pero también en términos de lo colectivo? Creo que cuanto más pueda ser yo misma y utilizar mi mejor potencial, mayor será mi contribución al colectivo.

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Hut Petite Ferme, Auroville, India, 1990, Anupama Kundoo. Foto © Andreas Deffner

Cuestionar las premisas básicas de todo

Creo profundamente que siempre estamos en una encrucijada. Que lo que sabemos nunca va a ser suficiente. En primer lugar, lo que sabemos no es nada comparado con lo que hay que saber sobre el universo, que admiramos con fascinación. Siento que la curiosidad, el asombro y la fascinación por el mundo siempre han sido algo muy interesante.  Y es un proceso muy vivo, como un árbol, ya que las raíces están creciendo debajo de la superficie y no las vemos.

Materialidad: Tres décadas de investigación

En realidad, veo las cosas desde un prisma muy espiritual. Siempre me han interesado los vacíos, lo no material, diseñar el vacío, la proporción. Creo que no importa si lo construyo en madera o en piedra, la proporción es la proporción. La armonía, la escala humana, para mí la arquitectura consiste esencialmente en diseñar el espacio. Como dicen, la función de la maceta reside en su nada, Así que la nada es lo que los arquitectos deben diseñar, que es algo físico muy parecido a lo que también nos ofrecen los poetas y que son los espacios entre las palabras.

La arquitectura es el telón de fondo para que la vida transcurra. Nunca debe estar en primer plano y competir con la vida misma. Así que, partiendo de este punto de vista, mi paso a la materialidad se produjo porque me di cuenta de que el desarrollo industrial nos arrebató los materiales de las manos y se los entregó a las máquinas. Y creo que perdimos la escala humana en favor de las máquinas. Empezamos a desvincularnos.

Empecé a interesarme por la materialidad porque sentí que si la esencia de la arquitectura reside en el vacío, ¿por qué la gente necesita tener una actitud fetichista hacia los materiales? Antes, en todas partes los humanos construían con lo que tenían en abundancia, no con lo que les faltaba. Nos llaman países pobres porque no tenemos acero ni vidrio, pero cada día tenemos abundancia de algo. Si usas lo que hay en abundancia, es barato. Si usas un material escaso, entonces es caro, es muy sencillo.

Biblioteca Nandalal Sewa Samithi, Pondicherry, India, 2018, Anupama Kundoo. Foto © Javier Callejas

Una estrategia para la sostenibilidad

He estado diciendo que la sostenibilidad y la materialidad no tienen nada que ver con que los humanos hagan buenos o malos materiales y sean estrictos al respecto. Ya sabes, una actitud como: «Creo que el cemento es malo, el barro es bueno». Creo que lo importante no es centrarse en el material en sí, es importante fijarse en los recursos humanos frente a los recursos naturales. El mundo occidental nos enseñó: «El tiempo es oro; reduzcamos el trabajo humano; ahorremos unas horas de trabajo humano y gastemos mucho más en materiales en su lugar». Todo esto ha creado una cultura del despilfarro.

Así que, en lugar de eso, si estamos deseosos de emplear recursos humanos, nos comprometeremos automáticamente. Utilizando el cerebro, utilizando nuestro sentido del cuidado, nuestro amor, nuestro tiempo, nuestra memoria. Haciendo uso de todas estas cosas nos comprometeremos profundamente. Entonces, ¿qué pasaría si trabajamos el doble en un proyecto, será mejor o peor? Sólo puede ser mejor. Por lo tanto, si utilizamos los recursos humanos con alegría y entusiasmo, no agotaremos los recursos naturales. Esta es mi estrategia de sostenibilidad. Y por eso digo que, al repensar la materialidad, el tiempo humano es un gran recurso infrautilizado.

Cuanto más nos involucremos, más satisfacción tendremos en nuestros trabajos y en nuestras vidas. Disfrutaremos más en el planeta. De hecho, el tiempo no es oro, el tiempo es todo lo que tenemos. Y, por cierto, todo el mundo tiene 24 horas, todos somos iguales en eso. No es que nadie haya sido dotado de más tiempo.

Esta entrevista fue realizada por Diane Gray. Ha sido editada y condensada.

Imagen principal: Wall House, Auroville, India, 2000, Anupama Kundoo. Foto © Javier Callejas